Y comenzó el color

Alguien se preguntó qué es lo que querían saber las personas, puesto que al parecer, no parecía que nos interesara conocer la realidad en la que vivimos, pues era el único modo de poder cambiar todo lo que nos rodea.


Rápidamente muchos se quejaron del pensante, ¿para qué quería hacer que las personas comprendieran lo importante?, se preguntaban, mientras pensaban que entonces se darían cuenta de todos sus engaños.
Las personas están bien como están, anhelando sueños que nunca se cumplirán, repetían mientras reían.

Los soñadores jamás comprendían que su sueño, más bien terminaba siempre convirtiéndose en su pesadilla, el mal sueño de ver cómo tus ilusiones se marchitan y con ellos, tu descendencia repitiendo el mismo camino.

Cuántas veces cuántos fueron olvidados convenientemente en aras de la evolución, parecía que los milenios pasaban y simplemente dejaban polvo a lo largo de los siglos.

La comunicación hacía que las personas comprendieran aquello que desconocían, siempre y cuando estuvieran recibiendo conocimiento, nunca doctrina, política o teología.

Los milenios pasaron amargamente, fluían a través de ellos crímenes atroces, que quedaban siempre inmunes a la justicia prometida a las personas.

Como siempre fuimos considerados números a tener en cuenta para generar beneficios, cuales fuera, siempre fuimos los oprimidos, los que nosotros mismos nos pusimos el collar y fijamos nuestra particular cadena, que esclaviza nuestra vida y la de nuestra descendencia.

Seguimos defendiendo lo que nos convierte en monstruos, por permitir que pase lo que pasa, porque le pasa a otra persona lejos de mí o tan cerca, que puedo sentir su indefensión impotencia y dolor.