Como una herida superficial comenzó su sangría, debía de ser superfluo para que nadie notara año tras año, cómo desangraban ellos mismos su propia compañía. Y así despedían a cientos, que como nada tenían que ver con los otros cientos al final fueron miles de anónimos trabajadores que engrosaron una vez más las listas del paro.
Llovía en el infierno una lluvia ácida que despellejaba los despojos de aquellos que una vez fueron humanos, un aura oscura y repelente sostenía a estos seres merecedores de ser llamados cosas, porque nada tenían ya que ver con lo que una vez fueron considerados, quizá el infierno para estos seres comenzó en su nacimiento.
Y con la disculpa de no tener creencia alguna ni rastro de humanidad, acometían contra la población con bufetes de abogados, ex militares matones y acosadores telefonistas profesionales empapados en cristal, vendían la información personal a fondos buitre que utilizaban con fines siniestros.
Su día a día consistía en generar beneficios como fuera, su ganancia provocaba muerte que satisfacía a su economía y depravación, los ciudadanos fueron víctimas de una política que protegía a estos animales viciosos de degenerar lo conocido para transformar a todo en corrupción.
Por eso amenazaban con quitar su publicidad de los medios, por eso los medios callaron la sangría de personas, que confundidos entre los de unos, otros y los de más allá, no vimos como nos afectaban a todos unas corporaciones diabólicas que vendieron nuestro espíritu al mejor postor.
Por eso la economía, que son ellos, necesitaba a gobiernos corruptos manejados por ellos, para crear este mundo nuevo y tan diferente al que conocíamos, que hace de todas las personas números, que pueden ser borrados por la voluntad divina de un inhumano.
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